El gran día…
Pues como el joven se desposa con la virgen, se desposarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo. Isaías 62:5
Empecé a escribir este blog porque quería guardar a lo largo de mi vida los eventos en los que había visto destellos de lo que será el Cielo. Es por eso que siempre veo algo terrenal que me llena de alegría y pienso que en el Reino Celestial será mucho mejor. De igual manera poder disfrutar del Cielo aquí en la tierra al reconocer los destellos del Amor de Dios rodeándonos en cada momento de nuestras vidas.
El día de nuestra boda fue muy especial por muchas razones, pero la más grande fue el reencuentro con Diego después de la larga espera de meses de pandemia en los que estuvimos separados. Y saber que finalmente mi prometido llegaría para unirnos en matrimonio y no separarnos más.
Cada día esperamos el regreso del Rey, su iglesia espera con ansias la venida del Novio, los días de espera se acortan y pronto estaremos cara a cara para no separarnos más.
En esa espera, tuve el gran privilegio de llegar a ser la esposa de un hombre maravilloso de Dios. Los meses pasaban y el día de nuestra boda, 24 de octubre se acercaba. Diego estaba encontrando dificultades para viajar a Ecuador, ya que todos los vuelos comerciales que había comprado desde Argentina se estaban cancelando. Finalmente, un vuelo de repatriación lo trajo de vuelta a casa.
Para su llegada nuestros padres habían trabajado mucho en la construcción del lugar donde nos casaríamos, la capilla para ese día, las flores, comida y todos los detalles de amor para el gran día.
El sol entró por la ventana de la habitación el sábado en la mañana, tomé hojas y un esfero y empecé a escribir cartas para mis padres. Los dos habían invertido 31 años de sus vidas en mí, con mucho amor me habían encaminado por el camino del bien, y era el día que dejaría su nido para formar el mío. Lágrimas de alegría y tristeza llenaron mis ojos y de mi papá al hablar esa mañana. Una nueva etapa empezaba y la que se cerraba había sido muy buena.
La hora de prepararse llegó, con mis hermanas y familia, disfrutamos el poder estar juntos en los momentos previos a la boda, dar gracias a Dios y orar por la celebración que iniciaba.
Todo lo que vino a continuación no pudo haber sido mejor orquestado. Ver a mi amado esperando en el altar, tener a toda mi familia junta para ese momento, simplemente fue una respuesta a las oraciones para que el día de nuestra boda sea un tiempo de regocijo, gozo y amor.
Ahora soy la esposa de Diego Zúñiga, el hombre que llamó mi atención a mis 19 años y con el cual caminaré hasta que el Señor regrese o nos llame a casa.
Una nueva aventura por delante…